
Análisis de las declaraciones de Pedro Sánchez sobre el apagón: La culpa sí es del Gobierno
Adrián Peláez Salvador
5/1/2025
Este pasado 28 de abril, España sufrió un histórico apagón eléctrico. Este acontecimiento ha llevado a muchas personas a tergiversar sobre cuestiones fundamentales. Un ejemplo de ellos es el presidente Pedro Sánchez, quien compareció para ofrecer un discurso previsible e ideológico, en el que volvió a recurrir a la difusión de bulos, a pesar de haber insistido y promulgado repetidamente en la necesidad de combatir la desinformación.
En el plano económico, Sánchez intentó eludir cualquier responsabilidad en relación con el apagón. Aun sin conocerse las causas del incidente, repitió en varias ocasiones que exigiría explicaciones al gestor privado de la Red Eléctrica Española, subrayando insistentemente su carácter privado. Sin embargo, esta interpretación no refleja fielmente la realidad. Si bien es cierto que Redeia tiene una configuración jurídica de empresa privada, dado que su composición accionarial refleja una presencia del Estado de un 20 % capital público, mientras que el 80 % restante está en manos privadas, esta empresa está lejos de operar con autonomía privada.
Este hecho ya resulta llamativo por sí solo, ya que, en el momento de su declaración, Pedro Sánchez desconocía las causas del apagón, pero ya afirmaba con absoluta seguridad que ni él ni su gobierno eran responsables. Una muestra evidente de prepotencia en su forma más pura. Pero dejando de lado su recién adquirida "licenciatura en futurología", volvamos al punto esencial: el bulo absoluto en torno a la configuración de Redeia. Esta empresa, aunque cotiza en bolsa, cuenta con el Estado, a través de la SEPI, como su accionista mayoritario y, por tanto, como su accionista de control. Esto significa que es el Gobierno quien toma las decisiones, marca las directrices generales e incluso designa a quién ocupa la presidencia de la compañía.
Algunos podrían argumentar que, pese a los límites individuales del 5% del capital social para los accionistas privados, estos podrían sindicarse para ejercer un control conjunto. Sin embargo, el artículo 23 del Real Decreto-Ley 5/2005, de 11 de marzo, impide expresamente este tipo de sindicación en el caso de Redeia. Esto no supone otra cosa que, en pocas palabras, es el Gobierno quien controla a Redeia y marca las directrices del plan y del suministro energético.
En el ámbito energético, Pedro Sánchez no se queda atrás. En su intervención, recurrió al argumento de que las centrales nucleares agravaron el problema del apagón porque, al estar apagadas, fue necesario enviarles energía para mantener sus núcleos estables. Esta afirmación es fácilmente desmontable: si no hay red eléctrica, no pueden suponer una carga para ella. En realidad, los reactores nucleares activaron sus generadores diésel de emergencia, como es el procedimiento estándar en estos casos, y se autoabastecieron sin suponer una carga adicional para el sistema eléctrico, que, de hecho, no funcionaba como ya he afirmado.
Por otro lado, Sánchez arremetió contra quienes sostienen que la causa del apagón fue la excesiva utilización de energía solar y eólica (más de un 70%) y que, de haber estado operativos todos los reactores nucleares al 100%, posiblemente se habría evitado el apagón. Fue tajante, llegando incluso a calificar de ignorantes o mentirosos a quienes defienden esa postura. Sin embargo, esta acusación carece de fundamento: el consenso técnico entre expertos indica que una mayor presencia de generación síncrona, como la que proporcionan las centrales nucleares, habría contribuido a estabilizar la red y posiblemente a evitar el colapso. Negarlo es ignorar tanto la física del sistema eléctrico como el análisis riguroso de lo ocurrido.
En resumen, Sánchez volvió a demostrar sus habilidades más habituales: desviar responsabilidades, eludir culpas, descalificar a quienes discrepan de su visión y propagar los famosos bulos. Todo esto en un contexto especialmente sensible, en el que su gobierno insiste en mantener el plan de cierre de las centrales nucleares, no escuchando la evidencia científica, únicamente con el objetivo de sumar votos